Apunto de concluir el primer semestre del año en curso – inicio de verano en el hemisferio norte e invierno en el hemisferio sur-, Chile continúa en puestos de cabeza en las preferencias de las llamadas “listas cortas” de Pymes europeas en cuanto a lugar para impulsar el Comercio e Inversión en Latinoamérica, siendo las españolas las que más sobresalen apoyadas sobre todo por el idioma común que nos une.
Desde fines de los años 70 del pasado siglo la entrada de empresas de España a Chile ha sido una constante, la mayoría eran grandes, con más de 250 empleados en origen y con ventas por encima de los 57 millones de dólares.
Este perfil predominante se mantuvo hasta comienzo de los 90, época en que comenzaron a llegar las llamadas Pymes (Pequeñas y Medianas empresas), cuyo rasgo principal es un número de empleados por debajo de los 250. Su volumen de negocio difiere. Así, si hablamos de compañías Medianas significa una cantidad inferior a los 57 millones de dólares y una plantilla no superior a los 250 trabajadores. En las Pequeñas el montante no supera los 11.4 millones y tienen en nómina de 10 a 50 personas. Por último las Microempresas, generalmente de profesionales, técnicos y consultoras, con menos de 10 colaboradores y movilizan hasta 2.28 millones.
Para una economía como la chilena todas tenían y tienen un rol importante en el desarrollo que ha experimentado el país en los últimos 40 años, han aportado conocimiento, formas innovadoras en la manera de hacer las cosas, y sin quererlo han promovido la internacionalización de las firmas chilenas animándolas a salir al extranjero por su cuenta o asociándose con aquellas que lo propusieran, esta inversión empresarial de chilenos ya supera de largo los 100 mil millones de dólares.
Mirado con mayor distancia en el tiempo, las Pymes españolas han recorrido el territorio nacional palmo a palmo descubriendo oportunidades a las que han sabido sacarles partido, logrando que los propios chilenos comenzaran a interesarse por ellas y cuya consecuencia más visible son una cantidad de infraestructuras de todas clases que no para de crecer y eso que aún falta bastante por hacer en este sentido.
Uno de los melodramas empresariales que se vivían en el último quindenio del siglo XX era acerca del tamaño que debían tener las corporaciones para verse favorecía en la aventura exterior. Hoy esta interrogante se ha desvanecido, la aparición de nuevas tecnologías al alcance de la mayoría permite abordar sin miramientos la decisión de “saltar” a Latinoamérica, incluido el “país del fin del mundo”, Chile.
Es más, afirmamos que gracias a estos nuevos enlaces vemos sociedades en España y Chile que nacen con propensión internacional desde el primer día. Quizás, para que esta sea fecunda debe ser una opción estratégica no circunstancial.
Durante gran parte del siglo pasado y parte del actual la opción casi única para avanzar como nación de Chile era vender materias primas a mercados lejanos, de modo especial productos mineros, estos representaban más del 80% de la canasta exportadora. Esto cambió para mejor y más que lo deberá hacer en el futuro inmediato. El pasado 2018, los intercambios ya encarnaron los 150 mil millones de dólares. En 1990 la cantidad era 15.500 millones. En 28 años se ha crecido en 134.500 millones. Otro dato interesante, la minería siendo un sector muy valioso, el pasado año personificó menos del 50%, de los bienes enviados fuera.
La diversificación avanza y cada vez se añade más valor a lo comercializado, ahora se trabaja en sumar más y nuevos destinos, indispensable para lograr un crecimiento sostenido en el tiempo que permita contrarrestar los diferentes ciclos económicos que viven nuestros principales socios comerciales.
Sin duda, la inversión extranjera ha sido uno de los detonantes de esta expansión cuyo stock equivale a un 92% del Producto Interno Bruto de Chile, PIB, es decir, unos 446 mil millones de dólares en paridad de poder adquisitivo. La presencia de la Unión Europea como principal inversor, sitúa a España, con el 50% del monto total de lo invertido. Igualmente, la IED subió un 4,4%.
Chile tiene 28 acuerdos comerciales con 64 mercados, que representan el 63% de la población mundial y el 86% del PIB global, algo muy valioso si atendemos a la desaceleración observada en estos últimos meses. Además, el consumo interno ha pasado a constituir otro factor relevante para hacer frente a los cambios que asolan al globo.
Por último, los empresarios y emprendedores chilenos son personas valerosas, han trabajado con denuedo para crear sus negocios. En el pasado siglo esto se dio en un entorno de subdesarrollo y de ingresos reducidos. En la última década del siglo XX y en lo que va corrido de este, su entrega ha sido vital, algunos de forma individual y otros asociados con inversionistas extranjeros han llevado a Chile a los primeros puestos de las naciones emergentes y muy pronto lo situaran en la órbita de los desarrollados.
Tomás Pablo Roa, presidente ejecutivo de Wolf y Pablo Consultores, S.L.